Plan
de continuidad pedagógica
Ciclo
lectivo 2018
Escuela
de educación secundaria Nº 55
Trabajo
Nº 4
Área: Prácticas del
Lenguaje
Curso: 2 º 2da
Turno: mañana
Docente:
Acevedo, Natalia
Objetivos
ü Reconocimiento
de leyendas.
ü Identificación distintas clases de palabras (sustantivos,
adjetivos, verbos).
ü Realización una lectura comprensiva de la leyenda.
ü Distinción
de tipos de narradores y personas gramaticales.
ü Reconocimiento
de los distintos géneros literarios y estructura de la narración.
Contenido
Lectura: “Leyenda de la
quena” de Liliana Cinetto. Versión de una leyenda peruana.
Concepto y
características de la leyenda, clases de palabras, tipos de narradores y
persona gramatical, géneros literarios, estructura de la narración.
Bibliografía:
libro de Lengua y Literatura 2 conocer más, Santillana.
1) Realizar
la lectura de la “Leyenda de la quena” de Liliana Cinetto. Luego respondé
a) ¿Quiénes
son los protagonistas?
b) ¿En
qué época y en qué lugar vivían?
c) ¿Por
qué te parece que el joven actúa como lo hace?
d) ¿Qué
explicación se intenta dar con esta leyenda?
2) Investigar
en internet el concepto de leyenda y cuáles son sus características
3) Extraer
del relato tres adjetivos, tres sustantivos y tres verbos.
4) Cambiar
el final de la historia. (Mínimo 10 renglones)
5) ¿A
qué género pertenece este relato? (narrativo-lirico-dramático).
6) ¿Cuál
es el tipo de narrador? ¿Y la persona gramatical?
Leyenda de la quena
(Liliana Cinetto)
Dicen que era tan bella que hasta el sol y la luna se asomaban en el cielo para
admirarla.
Dicen que vivió en los dominios de Maratec, en aquellos tiempos remotos de los
orígenes, cuando la gente de Manco Capac todavía no había bajado de altos valles
para habitar estas tierras.
Dicen que se llamaba Zenaguet y que por sus venas corría sangre india. Dicen
que muchos la amaron en secreto, pero que fue el hijo del señor de la comarca
el único que conquisto su corazón. Joven era él. Y valiente. Nadie recuerda el
nombre de aquel muchacho, pero pocos olvidan que él y Zenaguet se amaban y que
eran felices tejiendo sueños para el futuro. Se habían conocido entre esos
mismos cerros que luego fueron testigos de sus paseos, de sus charlas, de sus
risas.... Y tal vez entre esos cerros los dos enamorados se murmuraron cosas al
oído tal vez se prometieron estar juntos para siempre, tal vez hablaron de
hijos....
Una tarde, mientras paseaban como tantas veces con el telón de fondo de la
cordillera, Zenaguet se sintió mal.
Primero fue un mareo que la obligo a sostenerse del brazo de su amado. Luego,
una opresión en el pecho que le impedía respirar. Más tarde, unas fiebres
persistentes que la postraron en la cama y la fueron consumiendo poco a poco.
Los días pasaban sin que nadie supiera cuál era esa extraña enfermedad que la
aquejaba ni cuál podía ser su cura. Ni los remedios de los médicos ni los
brebajes de los hechiceros ni las tisanas de las mujeres sabias ni los consejos
de los ancianos dieron resultado. Zenaguet se moría.
-Es un mal desconocido... no sabemos qué hacer... no podemos ayudarla.... está
en manos de los dioses...
Nada de esto conformaba al joven enamorado que no se resignaba a darse por
vencido.
-Tal vez alguna hierba pueda sanarla. Soy capaz de escalar al más alto de los
montes para buscarla, de atravesar las cumbres nevadas, de enfrentar cualquier
peligro. Lo que haga falta para salvar a Zenaguet
Fue inútil. A pesar de los cuidados del muchacho, la bella Zenaguet estaba cada
vez más débil, más pálida, más frágil... Ya casi no podía hablar. Solo abría
sus enormes ojos negros y le sonreía débilmente. Y así continuó hasta que un
anochecer, cuando el sol acababa de ocultarse, le sonrió por última vez a su
amado y murió en sus brazos.
Tan grande fue el dolor del joven, tan infinita su pena, tantas las lágrimas
que derramó que su mente comenzó a extraviarse. No hubo manera de separarlo del
cuerpo inmóvil de la muchacha. Permaneció a su lado, sin comer, sin beber agua,
sin dormir, la mirada perdida, los puños apretados, repitiendo el nombre de su
amada como una plegaria....
-Zenaguet.... Zenaguet.....
Cuando llegó el momento de sepultarla, sacó su afilado cuchillo y con extrema
delicadeza, como si ella pudiera todavía sentir, extrajo un hueso de su pierna.
Nadie supo de donde había sacado aquella tibia que tallo y tallo en
secreto.
- Se ha vuelto loco.... ¿Qué hace?
Fue entonces cuando se oyó entre los cerros un sonido triste, pero sumamente
dulce. Un sonido que jamás había sido antes escuchado. Un sonido que salió de
aquella tibia, cuando el viento se filtro por sus agujeros.
Parecía una queja, un lamento, un sollozo...
- Zenaguet.... - murmuró el muchacho creyendo que era el alma de su amada la
que hablaba a través de ese instrumento.
Dicen que aquel joven partió un día y ya nunca regresó, pero que desde los
cerros y desde las quebradas, llegaban como una queja, como un lamento, como un
sollozo, las dolientes melodías que tocaba con aquel instrumento. Un
instrumento que luego llamaron quena y que todavía hoy, cuando suena, recuerda
esta triste historia de amor.