domingo, 23 de septiembre de 2018

Trabajo Nª 4 Prácticas del lenguaje


Plan de continuidad pedagógica
Ciclo lectivo 2018
Escuela de educación secundaria Nº 55
Trabajo Nº 4
Área: Prácticas del Lenguaje
Curso: 2 º 2da
Turno: mañana
Docente: Acevedo, Natalia
Objetivos
ü  Reconocimiento de leyendas.
ü  Identificación  distintas clases de palabras (sustantivos, adjetivos, verbos).
ü  Realización  una lectura comprensiva de la leyenda.
ü  Distinción de tipos de narradores y personas gramaticales.
ü  Reconocimiento de los distintos géneros literarios y estructura de la narración.
Contenido
Lectura: “Leyenda de la quena” de Liliana Cinetto. Versión de una leyenda peruana.
Concepto y características de la leyenda, clases de palabras, tipos de narradores y persona gramatical, géneros literarios, estructura de la narración.
Bibliografía: libro de Lengua y Literatura 2 conocer más, Santillana.
1)      Realizar la lectura de la “Leyenda de la quena” de Liliana Cinetto. Luego respondé
a)      ¿Quiénes son los protagonistas?
b)      ¿En qué época y en qué lugar vivían?
c)      ¿Por qué te parece que el joven actúa como lo hace?
d)     ¿Qué explicación se intenta dar con esta leyenda?
2)      Investigar en internet el concepto de leyenda y cuáles son sus características 
3)      Extraer del relato tres adjetivos, tres sustantivos y tres verbos.
4)      Cambiar el final de la historia. (Mínimo 10 renglones)
5)      ¿A qué género pertenece este relato? (narrativo-lirico-dramático).
6)      ¿Cuál es el tipo de narrador? ¿Y la persona gramatical?
Leyenda de la quena (Liliana Cinetto)

Dicen que era tan bella que hasta el sol y la luna se asomaban en el cielo para admirarla.
Dicen que vivió en los dominios de Maratec, en aquellos tiempos remotos de los orígenes, cuando la gente de Manco Capac todavía no había bajado de altos valles para habitar estas tierras.
Dicen que se llamaba Zenaguet y que por sus venas corría sangre india. Dicen que muchos la amaron en secreto, pero que fue el hijo del señor de la comarca el único que conquisto su corazón. Joven era él. Y valiente. Nadie recuerda el nombre de aquel muchacho, pero pocos olvidan que él y Zenaguet se amaban y que eran felices tejiendo sueños para el futuro. Se habían conocido entre esos mismos cerros que luego fueron testigos de sus paseos, de sus charlas, de sus risas.... Y tal vez entre esos cerros los dos enamorados se murmuraron cosas al oído tal vez se prometieron estar juntos para siempre, tal vez hablaron de hijos....
Una tarde, mientras paseaban como tantas veces con el telón de fondo de la cordillera, Zenaguet se sintió mal.
Primero fue un mareo que la obligo a sostenerse del brazo de su amado. Luego, una opresión en el pecho que le impedía respirar. Más tarde, unas fiebres persistentes que la postraron en la cama y la fueron consumiendo poco a poco. Los días pasaban sin que nadie supiera cuál era esa extraña enfermedad que la aquejaba ni cuál podía ser su cura. Ni los remedios de los médicos ni los brebajes de los hechiceros ni las tisanas de las mujeres sabias ni los consejos de los ancianos dieron resultado. Zenaguet se moría.
-Es un mal desconocido... no sabemos qué hacer... no podemos ayudarla.... está en manos de los dioses...
Nada de esto conformaba al joven enamorado que no se resignaba a darse por vencido.
-Tal vez alguna hierba pueda sanarla. Soy capaz de escalar al más alto de los montes para buscarla, de atravesar las cumbres nevadas, de enfrentar cualquier peligro. Lo que haga falta para salvar a Zenaguet
Fue inútil. A pesar de los cuidados del muchacho, la bella Zenaguet estaba cada vez más débil, más pálida, más frágil... Ya casi no podía hablar. Solo abría sus enormes ojos negros y le sonreía débilmente. Y así continuó hasta que un anochecer, cuando el sol acababa de ocultarse, le sonrió por última vez a su amado y murió en sus brazos.
Tan grande fue el dolor del joven, tan infinita su pena, tantas las lágrimas que derramó que su mente comenzó a extraviarse. No hubo manera de separarlo del cuerpo inmóvil de la muchacha. Permaneció a su lado, sin comer, sin beber agua, sin dormir, la mirada perdida, los puños apretados, repitiendo el nombre de su amada como una plegaria....
-Zenaguet.... Zenaguet.....
Cuando llegó el momento de sepultarla, sacó su afilado cuchillo y con extrema delicadeza, como si ella pudiera todavía sentir, extrajo un hueso de su pierna. Nadie supo de donde había sacado aquella tibia que tallo y tallo en secreto.
- Se ha vuelto loco.... ¿Qué hace?
Fue entonces cuando se oyó entre los cerros un sonido triste, pero sumamente dulce. Un sonido que jamás había sido antes escuchado. Un sonido que salió de aquella tibia, cuando el viento se filtro por sus agujeros.
Parecía una queja, un lamento, un sollozo...
- Zenaguet.... - murmuró el muchacho creyendo que era el alma de su amada la que hablaba a través de ese instrumento.
Dicen que aquel joven partió un día y ya nunca regresó, pero que desde los cerros y desde las quebradas, llegaban como una queja, como un lamento, como un sollozo, las dolientes melodías que tocaba con aquel instrumento. Un instrumento que luego llamaron quena y que todavía hoy, cuando suena, recuerda esta triste historia de amor. 

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