Curso: 2º 4º T.T
Textura visual y Táctil
¿Qué es
Textura?
La experiencia humana ha conocido cómo es al tacto la
corteza de un árbol, la superficie
de una tinaja o de una piedra, una copa de cristal y miles
de superficies más que conforman el ámbito cotidiano.
Cuando percibimos un objeto lo vemos como una
totalidad en la cual están presentes las sensaciones aisladas de
configuración, color, textura, sonido, olor, etc. Teniendo
en cuenta este fenómeno los artistas de todos los tiempos han utilizado las
texturas como parte de los elementos constructivos del lenguaje visual. El
aprovechamiento de las cualidades táctiles ha tenido diferentes acogidas por
parte de los artistas.
Como acercamiento elemental se puede señalar tres
actitudes seguidas por los artistas en la utilización de la textura. En primer
lugar hay artistas que no les interesan el uso o aprovechamiento de esta
cualidad en sus obras y renuncian a su explotación. En segundo lugar hay
artistas que sí se sienten atraídos por las posibilidades del empleo de este elemento.
Dentro de los que le interesan las texturas podemos
definir dos corrientes: la tradicional representación-imitación de las texturas
en su forma más meticulosa y objetiva utilizando la textura visual, y la de los
que piensan que la plástica no es arte de imitación sino
de creación y optan, no por recrear ilusoriamente las distintas
texturas, sino que prefieren ofrecerlas al espectador en su forma real, textura
táctil.
¿Qué es
Textura Visual?
La textura visual es
la representación por medios gráficos, como la pintura, dibujo o
fotografía de las texturas táctiles. Por ello, las percibimos únicamente de
manera visual y se llaman también texturas gráficas.
Existen diversos procedimientos para
obtener texturas visuales a partir de materiales de pintura y dibujo: raspado,
transparencia, estarcido, estampación, etc.
¿Qué es
Textura Táctil?
La textura táctil es
aquella que se percibe mediante el tacto y la visión, al tocar y observar la
superficie de los objetos.
Se comprueba así que estos tienen
relieve y que pueden ser suaves o rugosos. Cada materia tiene una textura
diferente.
¿Quién es Quinquella Martin?
Benito Quinquela Martín (Buenos
Aires, 1 de marzo de 1890 – ibídem 28 de
enero de 1977) cuyo nombre de
nacimiento fue Benito Juan Martín, fue un pintor argentino. Hijo de una madre desconocida que lo abandonó
en la Casa de Niños Expósitos siete
años después fue adoptado por la familia Chinchella, dueños de una carbonería.
Quinquela Martín es considerado el pintor de puertos y es
uno de los pintores más populares del país. Sus pinturas portuarias
muestran la actividad, vigor y rudeza de la vida diaria en la portuaria La Boca.
Le tocó trabajar de niño cargando bolsas de carbón y dichas experiencias
influenciaron la visión artística de sus obras.
Exhibió sus obras en varias exposiciones realizadas en el
país y en el extranjero, logró vender varias de sus creaciones y otras tantas
las donó. Con el beneficio económico obtenido por estas ventas realizó varias
obras solidarias en su barrio, entre ellas una escuela-museo conocida como
Escuela Pedro de Mendoza.
No tuvo una educación formal en artes sino que fue
autodidacta, lo que ocasionó que la crítica no fuera siempre positiva. Usó como
principal instrumento de trabajo la espátula en lugar del tradicional pincel.
La fecha exacta de nacimiento no ha sido determinada con
certeza ya que fue abandonado el 20 de marzo de 1890 en el orfanato La Casa
de los Expósitos, con una nota que decía "Este niño ha sido
bautizado con el nombre de Benito Juan Martín". Por su forma física,
se dedujo que habría nacido 20 días antes, por lo que se fijó el 1° de marzo
como su cumpleaños. Hay otras versiones que afirman que esta nota
nunca existió y que fueron las autoridades del orfanato quienes tomaron cartas
en el asunto. Lo que sí es cierto es que la madre biológica nunca se
presentó para reclamarlo, dejó en el bebé como recuerdo un pañuelo cortado en
diagonal, adornado con una flor bordada. Podría haberse quedado con la otra
mitad para intentar encontrarlo en alguna oportunidad, cosa que nunca sucedió y
nunca se encontró la otra mitad.
Sus primeros siete años los vivió en un asilo de San
Isidro, el artista tenía escasos recuerdos de esa época y aparecía en su
memoria como desdibujada y nebulosa. Vivió entre los delantales grises y
hábitos negros de las Hermanas de Caridad, careciendo de figuras paternas en
una edad crítica para la formación psíquica. Fue una infancia triste y
solitaria donde prevaleció el encierro. Sin embargo, su carácter no se vio
alterado por estos hechos, siempre fue alegre y compasivo y sus actitudes eran
agradables. A pesar de todo el asilo era amplio y limpio, la comida nunca faltaba.
Con
seis años de edad, el 18 de noviembre de 1896, fue adoptado por Manuel
Chinchella y Justina Molina. Benito
adquirió el apellido de su padre adoptivo "Chinchella" que
posteriormente sería fonetizado al castellano como Quinquela. “Mi
vieja me conquistó en seguida –dicta Quinquela en su autobiografía
recogida por Andrés Muñoz y publicada en 1963– y desde el primer
momento encontró en mí un hijo y un aliado”.
Manuel,
oriundo de Nervi, Italia,
era un hombre robusto, de gran fuerza muscular, que había llegado a Argentina
para mejorar su situación económica. Vivió un tiempo en Olavarría,
por lo cual se le apodó "El gaucho de Olavarría" y luego se trasladó
a La Boca donde
trabajaba descargando carbón en el puerto.
Una
tarde de trabajo se cruzó con Juana, quien sería su esposa, proveniente
de Entre
Ríos, de quien se enamoró a primera vista. Justina Molina
tenía sangre india, venía de Gualeguaychú y era analfabeta, lo cual no
le impedía atender la carbonería en el barrio porteño de la Boca con perfecta
eficiencia: se acordaba mejor que nadie del estado de cuentas de cada cliente.
Previamente había trabajado como sirvienta y en una fonda de la calle Pedro de
Mendoza (donde hoy se encuentra el Museo
Escuela Pedro de Mendoza donado por el pintor). Ese trabajo
lo dejó porque a Manuel no le convencía la idea de que se ganara la vida
sirviendo, e instalaron juntos una carbonería en la calle Irala al 1500. Manuel
Chinchella aprovechaba su fuerza física para redondear los ingresos de la carbonería
con trabajos en el puerto, donde cargaba de a dos las bolsas de 60 kg.
Justina
no podía quedar embarazada pese a que ambos deseaban un hijo. Tomaron la
decisión de adoptar uno y fueron a la Casa
Cuna en busca de un varón crecidito que pudiera
colaborar en la carbonería. Benito en ese momento tenía entre seis y ocho años,
no se sabe exactamente la edad. El trato de su madre fue tierno sin escatimar
en los abrazos mientras que el trato del padre con el niño era un poco
distante, de ruda ternura, pero cada tanto una caricia cuando el padre llegaba
del puerto le tiznaba la cara al "purrete" (niño).Mientras el padre
trabajaba, la madre y el niño atendían la carbonería y hacían los quehaceres
domésticos.
Benito Quinquela Martín en su taller.
Ese
mismo año comenzó su educación primaria en la Escuela Primaria N°4 donde
estudió hasta el tercer grado debido a la situación económica de su familia. Su
maestra fue Margarita Erlin quien le enseñó los conocimientos elementales:
leer, escribir y nociones de matemáticas. Según Manuel los conocimientos
adquiridos le permitían no ser estafado.
Entabló
amistad con los mellizos García, conocidos por pendencieros pero inteligentes y
capaces. Ellos ayudaron a Benito en sus tareas y cuando supieron que abandonaba
sus estudios le enseñaron conocimientos callejeros como usar la honda, tirar
piedras con puntería certera y robar alambres de las cercas para emplearlos en
defensa propia. En ese entonces se armaban peleas barriales, los de Barracas
(descendientes de españoles) contra los de La Boca (italianos). En 1904 la familia se mudó a la calle
Magallanes 970, una zona donde era popular la militancia social y la política
parecía ser el camino para construir un futuro mejor. Nacían entonces los
sindicatos, los gremios y los centros educativos. Benito comenzó a participar
de la campaña de Alfredo
Palacios, candidato a diputado socialista.
Aunque era menor de edad, lo que aprendió en esos años de trabajo lo inclinaban
hacia ese sector político. Colaboró repartiendo volantes y manifiestos
izquierdistas y pegando carteles. Esa elección la ganó Palacios y Benito
aprendió a luchar por lo que se quiere y entendió que la participación tiene su
rédito.
Pero
las cosas empeorarían al año siguiente en lo económico y su padre pensó que si
podía trabajar en política también lo podría hacer en el puerto. Su tarea era
subir barco por barco con una bolsa vacía, llenarla con carbón hasta la parada
de los compradores en los diques de Vuelta
de Rocha. La paga era de
cincuenta centavos cada veinticinco bolsas y el agregado de agudos dolores de
espalda. Se destacó en esta labor porque pese a su contextura física -era
flaco, menudo y huesudo- contaba con una firme voluntad de hierro. Trabajaba
desde las siete hasta las diecinueve horas y, lo apodaron "el
mosquito" por el contraste entre su físico y la velocidad del trabajo
Sus comienzos como pintor
Cuadro Regreso de la pesca exhibido en un mural en la
calle Caminito.
Había
empezado a dibujar inspirado en las escenas y colores que observó en el puerto,
usaba técnicas intuitivas dado que ignoraba los más elementales conocimientos
de dibujo, eran rudimentarios, torpes utilizando carbón y lienzos de madera
como elemento de trabajo que posteriormente eliminaba para evitar las bromas de
sus compañeros.
A
los 14 años entró a la Sociedad Unión de La Boca, un centro cultural vecinal
donde se reunían estudiantes y obreros para conversar.
En esa academia
se enseñaba casi de todo, desde música y canto, economía hogareña y otros
cursos prácticos, mientras de día trabajaba en la carbonería familiar.
Con
17 años entró al Conservatorio Pezzini-Stiatessi, parte de la Sociedad Unión de
La Boca, donde estudió hasta 1920. En esa academia conoció a Juan
de Dios Filibertoy otros colegas con quienes se
relacionaría durante toda su vida. Su maestro fue Alfredo
Lazzari, pintor que le dio sus primeros
conocimientos técnicos sobre el arte. Como práctica le daba yesos donde
reproducía dibujos en claroscuro y realizaron excursiones a la Isla
Maciel los domingos por la tarde para entrenarse con el
dibujo de las escenas al natural. Continuó hasta los veintiún años con el
curso.
Como
este ambiente era muy distinto al que estaba acostumbrado, lleno de carbón y
alejado de los libros intentó incorporar todo el conocimiento de golpe, después
del trabajo iba a alguna biblioteca para intentar cubrir la carencia de
educación formal. De toda la literatura que leyó la que más le impactó
fue El arte del escultor francés Auguste
Rodin, fue la que le despertó su vocación. En ese texto
Rodin dice que el arte debe ser sencillo y natural para el artista, la obra que
requiere esfuerzo no es personal ni valedera, conviene más pintar el propio
ambiente que "quemarse las pestañas persiguiendo motivos ajenos, de esas
enseñanzas Quinquela extrajo: "Pinta tu aldea y pintaras el mundo. Nunca
se apartó de este dicho, su aldea sería el barrio de La Boca, sus vecinos y el
puerto.
Durante
esta época comenzó a frecuentar las tertulias que se realizaban en la
peluquería de Nuncio Nucíforo en Olavarría al 500, donde se conversaba de
política, de cultura, de técnicas pictóricas y otros temas, se compartían
lecturas y preocupaciones. En
1909 se enfermó de tuberculosis,
en esa época la enfermedad causaba muertes. Sus padres lo mandaron a la casa de
su tío, en Villa Dolores, Córdoba,
para que se curara con el aire serrano. Fueron seis meses de reposo en los
cuales se curó de la enfermedad y se conoció al pintor Walter de Navazio,
exponente de la pintura romántica que dibujaba los sauces y algarrobos que
adornaban el paisaje y con quien pintó al aire libre. Pero este ambiente le
hizo reforzar su idea de retratar solamente su propio mundo, el paisaje
cordobés no lo inspiraba tanto como el puerto.
De
regreso a su hogar, ya con la idea firme de continuar con su obra, montó un
taller en los altos de la carbonería, donde recibió la visita de Montero,
Stagnaro y la de Juan de Dios Filiberto quien
además modeló. Más tarde se convirtieron en inquilinos del lugar. Esta
situación, los óleos sobre
el lugar, el constante paso de gente y las discusiones hasta altas horas de la
madrugada, sorprendió a los Chinchella. Benito usó huesos humanos para estudiar
su anatomía y se difundió el rumor que en el taller habitaban los fantasmas de
los "dueños" de los esqueletos, se exageraba tanto que un día un
amigo llevó todos los restos óseos al cementerio.
Todo esto no contaba con la simpatía de Don
Manuel porque descuidaba su trabajo en el puerto. Un día a raíz de las fuertes
discusiones y a pesar de que su madre lo apoyaba, Benito abandonó el hogar
familiar, aunque siguió trabajando en el puerto para mantenerse y le dedicó más
horas a la pintura debiendo alimentarse sólo de mate y galletas marineras.
Su vida fue a partir de entonces muy parecida al
vagabundeo: durante un tiempo vivió en la Isla Maciel donde se relacionó con
ladrones y malandra, lo cual no le incomodó. Llegó a conocer una escuela
de punguismo con
base en esa zona y le ofrecieron ser parte de ella pero no le interesó la idea.
Pintó muchas telas con imágenes del lugar y aprendió mucho de los punguistas
que -además del robo disimulado- tenían una serie de códigos de honor y
hermandad que le interesó. Todos estos saberes abrieron su mente e hicieron más
rica su pintura.
Montó
sus talleres en distintos lugares, desde altillos hasta barcos (tuvo uno en el
"Hércules", un navío anclado en el cementerio de embarcaciones de
Vuelta de Rocha) sin embargo no duraría mucho con estas mudanzas, los ruegos de
su madre para que regresara porque no vivía tranquila, más el consejo que le
dio: "Si no te gusta el carbón, búscate un empleo del gobierno" lo
hicieron retornar al hogar y conseguir un empleo como ordenanza en la Oficina
de Muestras y Encomiendas de la Aduana en la Dársena Sur. Su nuevo empleo
consistía en limpiar ventanas y cebar mate lo que
le dejaba tiempo libre para pintar. Trabajó allí hasta que le solicitaron
tareas de mensajero y traslado de caudales. Presentó su renuncia indeclinable,
temeroso de lo que podía pasar si le robaban una encomienda, para entonces
sabía mucho de punguismo.
A
los pocos meses, en el año 1910, se presentó en una exposición, una muestra de
todos los alumnos del taller de Alfredo
Lazzari en la Sociedad Ligur de Socorro
Mutuo de La Boca con motivo del veinticinco aniversario de esta sociedad.
Participaron Santiago Stagnaro,
Arturo Maresca, Vicente Vento y Leónidas Magnolo todos ellos principiantes y
aficionados. Era el debut de Quinquela quien expuso cinco obras: el óleo Vista
de Venecia, dos dibujos realizados a pluma Vista de Venecia y
dos paisajes confeccionados con témpera. Estas obras, ahora perdidas (excepto
por los dibujos en pluma), eran algo torpes pues no había adquirido la
habilidad suficiente en sus mano
Benito
deseaba crecer como pintor y sabía que debía mejorar su técnica para lograrlo.
El maestro Pompeyo Boggio le enseñó técnicas de dibujo natural. Junto con
Quinquela estudiaron Adolfo
Bellocq, Guillermo Facio Hebequer,
José Arato y Abraham Vigo, todos ellos se inspiraban en los problemas sociales
del país según afirma el crítico Jorge López Anaya. Formaron el
denominado Grupo de los Cinco o Artistas del Pueblo y,
entre otras actividades, escribieron artículos en el diario La Montaña de Leopoldo Lugones.
Ante
los rechazos que sufrieron Quinquela y sus compañeros para participar en el
Salón Nacional, la principal galería que tenía la ciudad, crearon el Primer
Salón de los Recusados, dedicados a los artistas no admitidos en el Salón
Nacional. Fue creado en la avenida Corrientes 655
en un local cedido por la Cooperativa Artística. Allí Benito expuso Quinta
en la Isla Maciel y Rincón del Arroyo Maciel, obtuvo
críticas divididas: positiva del diario La Nación y
de Crítica y negativa considerada un desacato
por parte de los jóvenes pintores por el diario La Prensa,
el semanario Fray Mocho y José Gabriel de la revista Nosotros. Lo significante
es que la prensa, mal o bien, se había empezado a fijar en sus trabajos.
Se
anotó como profesor de Dibujo en la escuela Fray Justo Santa María de Oro,
dependiente del Consejo General de Educación, donde los obreros adultos
concurrían a completar sus estudios secundarios, en el horario vespertino.
Quinquela les enseñaba los secretos del dibujo ornamental con el fin de aplicar
el arte a la industria. La idea concebida junto al maestro Santiago Stagnaro
era acercar el arte a la clase obrera.
Actividades.
· Sobre una hoja canson Nº6,
previamente rotulada y con el marco correspondiente, Elegir una imagen de las
expuestas en el trabajo.
· Copiar lo mas parecido posible.
· Completar con líneas curvas, rectas, onduladas, Zic Zac, espiraladas, y
quebrdas de colores en fibras o lápices.
· Fecha de entrega: 17/09/2018
TPNº2
·
Sobre un cartón del
tamaño de la hoja Canson Nº6, previamente rotulada y con el marco
correspondiente. Elegir otra imagen de Quinquella Martin.
·
Copiar lo mas
parecido posible.
·
Para generar
volumen, enrrolar papel de diario o rollo de cocina empaparlo con plasticila o
engrudo (1 taza de agua x 1 taza de harina) y colocarlo en las figuras del
dibujo.
·
El fondo quedara
liso o sea sin volumen de papel ,solo la
la figura va a sobresalir.
·
Una vez que todo este
seco y bien aderido al carton, dejar secar.
·
Pintar con temperas
o acrilicos.
Fecha de entrega: 17-09-2018
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